DESCENDENCIA
Sin preguntar a nadie,
simplemente
llegaron.
No hicieron caso de advertencias o prohibiciones.
Se anunciaron con las consabidas señales de siempre,
no planeados
no esperados,
no meritorios de reproche alguno.
Solo…vinieron.
Se dejaron caer,
en horas arbitrarias
dando paso al miedo
la sorpresa y el dolor.
Se asomaron, impostergablemente
en forma salvaje,
partiendo en dos su cintura
quebrantando sus caderas
separando sus piernas con la impetuosidad de una bestia.
¡Maravilla paradójica!
Poderosos y frágiles,
moldeables, gelatinosos, atávica porfía, ellos…
NACIERON
a contrapelo de la Vida
en mezquinos intervalos de uno o dos años.
Amasijos en rosa de brazos y piernas
apenas dilatando la nariz
hasta lograr el zarpazo de oxígeno
que expandirá sus pulmones.
Desdeñando el gemido,
dando vida al aullido, nacieron
para sentar soberanía sobre su pecho.
Para beber de la sangre
y mordisquear el pezón de la hembra
de ojos aterrados
que por reflejo, los recibe
los palpa, los recorre
los huele y respira en un segundo,
hasta que surge el milagro:
“su pupila en la mía”.
Y ella, al saberlos, se condena para siempre por Amor.
Amanda Espejo
Quilicura / diciembre - 2016